1. Kendrick Lamar – DAMN.

DAMN. es la prueba de que, actualmente, Kendrick Lamar es el mejor rapero del mundo. Y, diría más, uno de los músicos en mejor forma. Después de destacar con varias mixtapes como K Dot y un debut, Section.80, que hizo fijar en él muchas miradas, Lamar entregó el sorprendente y brillantísimo Good Kid, M.A.A.D City, que se convirtió instantáneamente en un clásico del hip hop: imaginativo, desconcertante y cercano. No contento con ello, tres años más tarde sorprendió con el cambio de rumbo de To Pimp a Butterfly, una bestialidad aún mejor, en la que el jazz impregnaba sus rimas y todo sonaba natural y auténtico. De nuevo, clásico instantáneo. Y en este 2017, Kendrick ha demostrado que también es capaz de facturar discos impecables cuando echa la vista atrás a los sonidos más clásico del hip hop.

DAMN. es un disco conceptual en el que Kendrick Lamar rinde homenaje a sus influencias y hace alarde de sus mejores virtudes: una rima inteligente y crítica, y una obsesiva fijación por el detalle en las bases y los arreglos. Sin olvidar la fuerza de unas canciones, como «HUMBLE» o «DNA» que traspasan la frontera de los géneros. En DAMN. (así, en mayúsculas y con punto, porque Lamar puede permitirse interjecciones como título), el de Compton recorre el camino que va de la vida a la muerte, y que abarca la espiritualidad, la crítica política y el compromiso social, y describe su propio alrededor con una franqueza, una lucidez y una sagacidad brutales. DAMN. es un guantazo en los morros, es un grito bien modulado, es una llamada a la resposabilidad y es uno de los discos con más jugo del año. Uno puede quedarse en los ritmos preciosos de «ELEMENT», en el bonito juego de voces junto de Rihanna de «LOYALTY» o en el brutal fraseo de «XXX». O puede profundizar más y descubrir los infinitos estratos sonoros y líricos de todo el disco, como una historia en la que cada canción completa a la anterior.