15 Mar Nathan Fake, Providence y las postales de una victoria
Hay discos que son casi tan visuales como sonoros. La música que contienen evoca el desarrollo de una historia con imágenes vívidas y tangibles. Uno de esos discos es Providence, que proyecta ante nuestros ojos el proceso con el que Nathan Fake superó su bloqueo creativo. De forma vívida y tangible. Frustración, ira, desasosiego, nerviosismo, concentración, calma. El periplo de Fake para superar su crisis. Ay, las crisis. Después del amor, puede que las crisis sean la coartada más fértil sobre la que levantar una obra artística.
No es casual, la expresividad de Providence. Desde el inicio de su carrera, el de Norfolk se ha caracterizado por ser un artista puntilloso que construye sensaciones más que canciones, ambientes envolventes más que sonidos. Su tema más famoso, «The sky was pink», es una amalgama sonora sofocante y emocional que, conducida por varios quiebros, se descubre extrañamente palpable. El dominio de las capas y de la dinámica de los ritmos en «Fortune Bru», por ejemplo, revela un paisaje fiero de belleza metálica.
Los últimos años de Nathan Fake han sido una vorágine vital como artista. Su éxito le llevó a giras interminables, con un disparatado ritmo que acabó afectando a su vida personal pero también a su vida creativa. De pronto, Fake chocó contra el papel en blanco y no supo cómo hacerle frente. Tras dos años de bloqueo en los que literalmente no compuso nada, decidió empezar a trabajar con herramientas que no le eran familiares y abordar la creación como si fuera un proceso de aprendizaje. El elegido para esta tarea fue un pequeño Korg Prophecy de segunda mano, quizá uno de los sintetizadores con menos glamour de la historia.
También decidió olvidar su obsesión por trabajar solo y de esa decisión surgieron los dos temas centrales de Providence. «Degreelessness» es una canción épica que cuenta con la voz procesada y adulterada de Prurient (Dominick Fernow a.k.a. Vatican Shadow) que va emergiendo sobre un ritmo in crescendo de bajo y charles, y que mezcla elementos del IDM y el techno. Una canción estremecedora y palpitante que acaba en una explosión luminosa. «RKV» es una pista con un ritmo más sintético y sencillo de lo acostumbrado en el británico protagonizada por la voz de Raphaelle, con un timbre que recuerda básicamente a Björk. Industrial, rabiosa y bella.
El resto del disco lo componen temas cerebrales que juegan con el ruidismo y la experimentación y que van desde la introspección de «Feelings 2», la inquietud de «HoursDaysMonthsSeasons», la tristeza de «unen» o el coqueteo con el sonido de los ochenta de la nostálgica «SmallCityLights». Providence es un disco abrumador y excitante, que abre nuevos caminos en el sonido de Nathan Fake. Un disco con el que Fake ha hecho frente a su crisis… y ha vencido.
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