12 Jul The Black Angels: la psicodelia que abandona el gueto
Es curiosa la forma en la que suceden las cosas a veces. Otras veces no lo es: otras veces el devenir de los acontecimientos es aburrido hasta el límite de lo insoportable. Pero, en este caso, es curioso: en todo este tiempo, cada vez que The Black Angels han cambiado de sello discográfico, han dado con sus mejores canciones; pasó con Phosphene Dream en 2010 y ha vuelto a pasar este año, con Death Song y su paso de Blue Horizon a Partisan, el sello de Heartless Bastards o John Grant.
The Black Angels es un grupo del saco al que recurrir cuando alguien hace un artículo sobre neopsicodelia y poco más. Eh, son muy buenos para eso. La realidad es que, hasta ahora, con cuatro discos en el mercado no habían conseguido más que explotar su habilidad para hacer canciones en el endogámico círculo de los consumidores de psicodelia. A través de la Reverberation Appreciation Society, con dos miembros del grupo en su seno, sacaron adelante el Levitation (conocido al principio como Austin Psych Fest) y no parecían necesitar mucho más.
De hecho, entre 2006 y 2010 publicaron tres discos. Desde entonces, en un lustro y medio, sólo dos. Indigo Meadow (2013) no conseguía brillar de la misma forma que Phosphene Dream -al que ya le costaba circular con fluidez en según qué momentos- y, con un discreto EP de por medio, los miembros de The Black Angels parecían más dedicados a sus proyectos paralelos que a reflotar el grupo. «Os habéis esforzado y, ¿para qué? Para hacer el ridículo. La moraleja es: no os esforcéis». La lección de vida de Homer Simpson encajaba en el epitafio del grupo con la precisión de un cirujano.
Sin embargo, y aparentemente de la nada, The Black Angels reaparecen un periodo electoral después y vuelven a demostrar que la psicodelia puede ser algo de lo que disfrutar sin sentirte superior a los demás por ello. La psicodelia es algo más que ver quién tiene el vinilo más polvoriento. Se puede hacer en 2017. Death Song, el título de la canción de Velvet Underground que inspiró el nombre del grupo, es uno de los discos del año, así que debe de ser que sí, que se puede. Digámoslo así: la psicodelia no es propiedad exclusiva de los pollaviejas.
En Death Song, The Black Angels despachan una psicodelia que regocija y ensancha el alma en todo su espectro. Sus mejores canciones, de largo, hacen de este su mejor disco también: una especie de réplica en forma de estallido contenido contra el estado político de las cosas. Lo cual hace más sencilla la tarea de empatizar y provoca que, en su secreta misión ficticia, la gente pueda acercarse a la psicodelia sin tener la sensación de estar observando a un ciervo que huirá al escuchar crujir una rama bajo sus pies.
Además, musicalmente se desenvuelven con la misma brillantez virando hacia el pop (emocionantes en «Half Believing» y melódicos en «Medicine», con ecos de la psicodelia deconstruida de Stone Roses) o al rock («I’d Kill For Her», «Hunt Me Down»), que creando atmósferas (la música ritual de «I Dreamt», «Grab As Much (As You Can)» o «Comanche Moon», de fuerte reminiscencia a Kula Shaker) o tributando homenaje a David Bowie en la maravillosa elegía espacial «Life Song». Sólo esta última puede captar más clientes que el LSD.
La ilustración que encabeza el texto es de youseeufos.
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