Mala Rodríguez

Mala Rodríguez: elogio de la sorpresa

Heráclito dejó dicho que lo inesperado es difícil de identificar, cuando sucede, para el que no es capaz de esperarlo con anterioridad. Esperar lo inesperado es una especie de oxímoron argumental que viene a ubicar a uno en una posición vital enfrentada directamente a la que profesaba Pitágoras:«y sabrás, como es justo, que la naturaleza es una y la misma en todas partes, para que no esperes lo que no hay que esperar, ni nada quede oculto a tus ojos», escribió en sus Versos Áureos. Esperar lo inesperado o no esperar lo que no hay que esperar; cualquiera de las posiciones era válida para encarar el concierto de Mala Rodríguez en el FIB 2017.

Nadie esperaba que la aparición de María Rodríguez se convirtiera en el minuto de oro del Festival Internacional de Benicàssim en 2017. De la misma forma que nadie esperaba a la Inquisición Española. Mucho menos en 2017 y no en 2007. Mucho menos sin que su presencia estuviera justificada por la presentación de disco nuevo -nada desde 2013-. Mucho menos en la jornada más grande de Benicàssim con Liam Gallagher, Peter Doherty, Biffy Clyro y Red Hot Chili Peppers. Mucho menos, además, antes de las nueve de la noche. Sin embargo, entre seguidores de la escuela pitagórica y de la heraclítea, el concierto de Mala Rodríguez ofreció un aspecto de aforo muy por encima del de cualquier otro español en el FIB. Incluidos, con casi total seguridad, Los Planetas.

La aparición de Rodríguez convirtió el escenario en un imponente monumento dedicado a la sorpresa, un tributo ambulante a lo poco que hay de esperable de lo inesperado. El de Mala Rodríguez fue uno esos momentos de totalitarismo existencial: todo el que estuvo allí coincide en que no sucedió nada en el FIB que superara la magnitud de aquel concierto que, por otro lado, se desarrolló desde el principio en un estado de excitación fuera de lo habitual. El suyo fue un concierto que no necesitó de los alicientes de los demás para sobrevivir en la memoria; ni tu primer concierto de Red Hot Chili Peppers, ni cantar las canciones de Oasis con la excusa de Liam Gallagher, ni transmutar a The Weeknd en Michael Jackson. Lo de Mala Rodríguez se sostiene en el recuerdo por méritos propios, no necesita nada más.

El elogio de la sorpresa, esa que cada vez afrontamos de forma más pitagórica, tuvo en el FIB más tributos. Quién lo iba a decir. Bad Gyal, Mykki Blanco o Ibibio Sound Machine sumaron sus conciertos al recuerdo del asombro. Casualmente los tres (una trap queen, un rapero queer y una banda de afrobeat funky) se sitúan lejos de las fronteras del establishment indie. Por algo será.

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