En Japón el CD manda

Por qué Japón es el único país del mundo en el que se siguen vendiendo (muchos) CDs

Japón es un país singular en muchísimo aspectos. Cada cual tiene su lista de frikadas niponas preferidas. Tras la segunda guerra mundial, viviendo aun en una cultura rígidamente tradicional y encerrados en sí mismos, fueron sumergidos de golpe en la modernidad occidental. El chapuzón inesperado provocó que asumieran el progreso de forma muy peculiar, dando lugar a una sociedad única en su entorno… y en el mundo. Una de las peculiaridades más llamativas de los japoneses es su pasión por la música y las características de su poderosa industria musical son cuanto menos curiosas.

Japón es el segundo mercado musical del mundo, por detrás de Estados Unidos. Pero su industria musical no se parece a ninguna otra en el mundo. Un par de datos: mientras que en Estados Unidos hay actualmente (datos de 2016) alrededor de 1900 tiendas físicas de discos, en Japón, con el 60% menos de población, hay cerca de 6000. ¡SEIS MIL! Y en un momento en el que el formato físico, y concretamente el CD, lleva años en caída libre en todo el mundo, representa el 80% de las ventas en el mercado japonés. En Japón, el CD se vende y mucho. Y la culpa la tienen los espacios reducidos donde vivir, la adicción de los japoneses por las compras o el desorbitado fenómeno fan.

Fans fervientes, consumistas apasionados y alto poder adquisitivo.

Si sumamos fans, consumismo y dinero, es fácil adivinar una de las razones de la solidez de la industria musical japonesa. Con una clientela potencial entregada al coleccionismo y devoradora de merchandising, la fecha de lanzamiento de un disco aún significa algo en Japón. Colas en las tiendas de discos, pósters, firmas, ediciones especiales, contenido extra… lo que aquí suena a algo que vemos en series y películas del pasado, allí sigue muy vigente. Por esta razón las discográficas se encargan de nutrir todo un ecosistema de bandas adolescentes de Jpop (o pop japonés), que hoy en día tienen cifras de negocio capaces de competir con empresas tecnológicas. Son estas bandas las que mantienen a su público fiel enganchado a una rueda de estrenos inacabables con múltiples ediciones en CD. Y la idea de que para ser un verdadero fan, por supuesto, hay que comprarlas todas.

Las plataformas digitales y el dinero de plástico.

Curiosamente, los japoneses prefieren utilizar dinero en efectivo que pagar con tarjeta de crédito. Es más, son bastante reticentes al dinero de plástico y aún hay montones de negocios, incluso en Tokio, en los que no se puede pagar con tarjeta. El porqué es algo que daría para otro artículo, pero esta es una de las razones de que el formato digital no haya tenido la aceptación que ha tenido en otros países. Plataformas como iTunes o Spotify (que esperó a lanzarse en Japón hasta 2016), además de luchar con una industria potente muy reacia a perder ni un trozo de su tarta, deben multiplicar sus esfuerzos en el país nipón, uno de los peores mercados para ambas empresas. Quitando el negocio de los ringtones (a los que los japoneses están enganchados), las plataformas digitales legales no han tenido demasiado éxito en Japón.

Las discográficas se encargan de nutrir todo un ecosistema de bandas adolescentes de Jpop que hoy en día tienen cifras de negocio capaces de competir con empresas tecnológicas.

 

El móvil le gana la partida a la piratería.

Una de las imágenes más llamativas de Japón es la cantidad de gente con la cara pegada a la pantalla de su móvil. En cualquier sitio. Mucha gente. Por cuestiones de espacio, los japoneses prefieren utilizar el móvil al ordenador de sobremesa o el portátil, una de las razones por las que la piratería nunca ha tenido cifras tan altas como en otros países. Además, en Japón son muy populares los establecimientos de alquiler de CDs, de los que hay alrededor de 2000 en todo el país. Se popularizaron en los años 80, pero sigue siendo la fuente principal de cargamento para los dispositivos reproductores de música digital, así que aquí tenemos otra razón por la que los japoneses no recurren a la piratería tanto como en otros países. La industria musical convive con estos espacios de alquiler de CDs en una especie de simbiosis en la que ambos se benefician de la relación mutua: yo te vendo el material y tú me consigues fans.

Proteccionismo y rigidez

El precio de un CDs viene marcado por el gobierno y su coste es escandalosamente caro (¡de 20 a 24€ por una novedad!). Incluso para un japonés, su precio es alto, por lo que las discográficas suelen añadir contenido adicional para disuadir de que lo compren online. Esto tiene dos consecuencias: el alto precio por CD infla los números, por lo que las industria musical japonesa maneja cifras de negocio elevadas que redundan en una mayor inversión en promoción de su música. Lo que se traduce en camiones que recorren las calles de Tokio con imágenes enormes y altavoces atronando con los próximos lanzamientos. La segunda es que muchas copias de esos CDs con contenido extra acaban vendiéndose generosamente en el mercado internacional, con coleccionistas que babean por las ediciones japonesas. A todo ello hay que sumarle la rigidez y parsimonia de las empresas que gestionan el tema de los derechos de autor, que complica y ralentiza cualquier adelanto tecnológico musical, como el negocio de la música digital. Siempre con la aquiescencia de un gobierno que, nuevamente, se escuda en la protección.

A pesar de su fortaleza, año tras año se produce un descenso en las cifras de venta de CDs. Por más que sea un país peculiar, la globalización acaba alcanzando todas las esquinas del planeta, Amazon mediante. No será el vinilo, que tiene una presencia (aunque tímidamente en auge) bastante residual en las principales tiendas de discos, la salvación de la industria. Poco a poco, lenta pero inexorablemente, las plataformas digitales legales van infiltrándose en la sociedad japonesa para ocupar el lugar de lo físico. Pero, de momento, el sector del CD aguanta el tipo sustentado por el mastodóntico mercado japonés, que prácticamente es el que le permite existir a nivel global. Un sector, el del plástico de doce por doce, que en Japón tiene más fuerza que en ningún otro lugar de la Tierra.

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